Los expedientes que surgían después de la orden del ex
funcionario no incluían documentos; bastaba con esa mención
En los expedientes donde se liquidaban los pagos no se lo
nombraba pero sí se lo refería. José López estaba presente en cada una de las
carpetas que terminaban con un cheque de la poderosa Vialidad Nacional. Se lo
llamaba "Superioridad", casi un lenguaje castrense en medio de los
constructores viales.
"Me dirijo a usted a efectos de informarle que por
disposición de la Superioridad los expedientes que se detallan deberán ser
pagados el día 10/11/2015", se lee en la una nota denominada con el número
701. Luego, un listado de los expedientes autorizados y la firma de una jefa de
liquidaciones. Ese papel era la luz verde para que se confeccionara el pago.
Ningún documento que certificara la obra o el motivo del desembolso. La mención
sagrada al hombre que hoy escucha voces en los Tribunales era el único
requisito.
"La Superioridad" se convirtió en la contraseña
que certificaba que los pasos previos al pago estaban cumplidos. Significaba
que aquella ya conocida "lista de la felicidad", una nómina de las
empresas que iban a cobrar ese mes los certificados de obras viales, había
llegado.
Así funcionó Vialidad de la mano de la voluntad de
"Josecito" o "Lopecito". Imperó como en otras áreas del
Estado, la discrecionalidad absoluta. "La Superioridad" autorizaba
continuamente el destino de los millones de la obra vial a quienes él quería.
Todo en tiempo récord. A principio de mes llegaba la nómina.
Según pudo reconstruir LA NACION en un caso testigo, de los que había decenas
por mes, el 9 de noviembre del año pasado, se inició el expediente, obviamente,
con la debida mención. Un día después, una oficina de Vialidad confeccionó el
importe sobre la base de un cálculo de intereses reclamados. A Khant y
Costilla, una empresa perteneciente al grupo Austral Construcciones,
conglomerado manejado por el ahora detenido Lázaro Báez, se le certificaron
alrededor de 401.000 pesos. Tres días más tarde, el 13 de noviembre, se efectuó
el pago.
"Josecito" o "Lopecito" o "La
Superioridad" había iniciado la maquinaria de millones y corrupción apenas
unos días antes con la confección de la "lista de la felicidad". En
poco menos de dos semanas estaba el pago en ventanilla mientras decenas de
constructores tenían retrasos en sus pagos de hasta un año calendario. La
premura en los desembolsos fue el motivo por el que aquella anomalía
discrecional tomó aquel nombre.
La gran mayoría de los constructores viales esperaba en vano
ser incluida en la nómina encantada. Pocos lo lograban, a tal punto que
Vialidad tenía una enorme deuda con sus contratistas. A fines de diciembre,
cuando la nueva administración que lleva adelante Javier Iguacel terminó una
auditoría, se acumulaban 1000 millones de dólares de deuda. Existían 930
proyectos adjudicados, la mayoría de ellos paralizada por falta de pago.
Las licitaciones no eran tales. Más bien eran una suerte de
puesta en escena en la que todos sabían antes de empezar quién iba a llevarse
tal o cual obra. Los constructores viales bien podrían haberse ahorrado el
pegamento para sellar el sobre durante la gestión de López. "La
Superioridad" ya había tomado decisiones por ellos.
Siempre un jefe más
Pero como es común en gran parte de toda estructura
recaudatoria, siempre hay un jefe más. Cuentan en los pasillos de Vialidad
Nacional que López no tenía el más mínimo aprecio por Báez. Sucede que
"Lopecito" sentía también el rigor de una suerte de superior. Así lo
trataba y lo destrataba su ahora vecino de celda en Ezeiza, el mandamás de
Austral Construcciones.
Había un elenco estable en el listado de cobro que enviaba
López a las oficinas de Diagonal Sur, allí donde funciona el corazón vial del
país. La gran mayoría de las veces, el imperio Austral Construcciones y todas
las empresas relacionadas con Báez se llevaban los primeros puestos. Mes a mes
se repetían.
Obviamente, la inclusión en el listado le otorgaba un
tratamiento especial en los plazos de pagos de Vialidad. Por poner un ejemplo,
en 2012, el promedio de tiempo desde que las empresas presentaban su
certificado de obra hasta que cobraban era de 210 días. En ese año, el pago que
se hizo más rápido fue en 48 días. Este universo, claro está, excluye al grupo
Austral. Aquellos 210 días de espera en el caso de Báez eran 69 y el mínimo de
tiempo fue de 14 días.
Otra constructora que siempre estaba en los primeros lugares
del listado era Rovella y Carranza, una de las empresas sobre la que la
Justicia va a tener que poner la lupa. Algún expediente que recopila
antecedentes ya se acumula en al menos una repartición oficial. Dicen que las
manchas que le salieron en la piel a Austral Construcciones llevaron a que
muchas obras se canalicen por Rovella Carranza. Otro perfil público, al menos.
Son varios los que revisan aquellas preferencias.
Cristóbal López con su constructora CPC era otro de los
habituales beneficiados. Hay quienes dicen que la relación entre López, el
escondedor de dólares en conventos, y el otro López, el dueño de casinos, era
óptima. Pero hay más. En el Norte hay tantas sorpresas como en el Sur. Por
ahora las provincias norteñas están en segundo plano respecto de lo que se
conoce en materia de obra pública en la Patagonia sur. Sólo bastará un viaje de
algún fiscal para conocer trapisondas similares pero más tropicales. Vialidad
hizo de las suyas en el Norte también, y, obviamente, en Tucumán, el lugar
donde se crió "La Superioridad", que ahora trata de pasar por loco.
Una escribanía al servicio de los pagos de López
"La Superioridad"
Así se lo llamaba a López en las notas que surgían por su
orden y que no requerían documentación que certificara la obra o el motivo del
desembolso (ver imagen)
Formulario
El número de cada expediente autorizado y la firma de una
jefa de liquidaciones eran una luz verde para confeccionar el pago
En tiempo récord
A principios de cada mes llegaba a Vialidad la nómina de
empresas preferidas para que se hicieran las notas que autorizaban los pagos
discrecionales.
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