Puerta de Hierro: territorio abandonado y arrasado por el
paco
En una villa de La Matanza, una de las más peligrosas del
conurbano, venden droga en un tercio de las casas; los jóvenes viven y mueren
en un círculo vicioso: roban o se prostituyen para poder consumir
Puerta de Hierro es un lugar olvidado. Para entrar en sus
pasillos es inevitable esquivar a algún chico tirado, que duerme en el piso:
"Un fisurita", como les dicen en el barrio. El que dormía en la
entrada ese viernes, cuando LA NACION recorrió la villa, no tenía 15 años y,
aunque hacían casi 30 grados, estaba tapado con una manta: preparado para
aguantar varios días drogado.
Según los vecinos, en un tercio de las más de 500 viviendas
que componen este barrio de La Matanza se vende paco. Los "transas"
pagan 300 pesos la noche a los que les guardan la droga en sus casas. Y a los
que "contratan" para fraccionarla les pagan 500. Guardar, fraccionar
o atraer clientes: ésa es la oferta. El "transa" le dice al chico que
se pare en la avenida Crovara y le traiga a los que quieran comprar. Unos pesos
o una "base" serán el pago.
Puerta de Hierro es un territorio abandonado, al que el
Estado no ha entrado. Allí, el drama de la droga, la violencia y los homicidios
se desarrolla sin que la policía, la Justicia o la política -municipal,
provincial- impongan la ley o se asienten con acciones para torcer el oscuro
destino.
"Hay chicos que dan lástima", cuenta Isabel, una
vecina que todos los sábados alimenta a los chicos en el único comedor del
barrio. El efecto visible de la pasta base en los más chicos, que van de los 9
a los 15 años, es el envejecimiento. La piel empieza a volvérseles gris,
arrugada, y a los más grandes se les caen los dientes. A algunos, incluso, les
han amputado las piernas o los brazos por infecciones que avanzaban mientras
ellos permanecían hundidos en su letargo tóxico. Es por esto que a los transas
allí los llaman "arruinaguachos", los que matan lentamente a los
pibes adictos.
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Congelados bajo el sol. Los adictos viven adormilados y pueden pasar
varios días sin dormir por efecto del paco; cuando finalmente caen
rendidos, se tiran en cualquier lado, ateridos de frío. |
"Los niños de 4 años saben de qué se trata el circuito
de consumo. Camila, una nena que participa del hogar de día de la Fundación
Cadena, dice en su media lengua: «Mi hermana está con eso que comen los
fisuritas; con la pasta base. Ella lleva y vende en el tren»." Eso
describe un informe elaborado por el Instituto de Investigación sobre Jóvenes,
Violencia y Adicciones que habla del tren como elemento determinante en la
venta de droga en Puerta de Hierro.
La estación Villegas, del ferrocarril Belgrano Sur, está en
la entrada de la villa. Es una gran oportunidad para el negocio. Cuando los dos
trenes se cruzan, el que va y el que vuelve, se bajan corriendo entre 100 y 200
personas corriendo, con el tren en movimiento, a comprar droga. Y vuelven a
correr. Si no agarran el que los devuelve a la Capital, quedan a merced de ser
asaltados por los mismos que les vendieron la droga.
Así ocurrió el último homicidio en el lugar, según contó a
LA NACION un fiscal de La Matanza, que pidió reserva de su identidad.
"Dentro de Puerta de Hierro las peleas son por territorio o por
narcotráfico. Ahí adentro hay poca presencia del Estado y mucha
autorregulación. Es difícil entrar. Cuando hay un homicidio nosotros sólo vamos
si nos pueden garantizar que saldremos con vida. Hay veces que la policía nos
advierte que no salimos, y no vamos. Cuando vamos, tiran piedras a la policía y
esconden a los muertos. La gente está a merced de eso", sostuvo.
Un ex jefe policial de La Matanza desmiente que los
uniformados no entren allí, pero admitió: "Es un lugar pesado. Hay muchos
chicos adictos al paco y gran cantidad de gente que delinque. Mucha gente
armada. Antes de entrar hay que tomar muchas precauciones, pero no entra el que
no quiere". Resume: es un lugar donde hay "mucho paquero".
Dicen los vecinos que a la altura de las vías del tren hay
chicas de 15 años que se prostituyen para comprar paco. Cobran poco, porque la
bolsa es barata: 5 pesos. La mitad de un sachet de leche. Lo mismo que un
alfajor.
"Puerta de Hierro es el ejemplo de lo que no hemos
hecho como Estado, como política y como sociedad. El Estado va diez años atrás
de la problemática del paco", dijo Fernando "Chino" Navarro,
jefe del bloque del Frente para la Victoria en Diputados y creador del
Instituto.
Su intención fue, primero, hacer un diagnóstico que permita
tener datos y certezas respecto de los jóvenes, la violencia, la droga y el
narcocrimen en los distintos barrios de la provincia de Buenos Aires para,
después, poder idear políticas públicas que mejoren la situación.
"Hace falta penetrar con más firmeza del Estado. Hace
falta que el crecimiento que se dio en la provincia ahora se pueda dar en esos
lugares donde el Estado no ha podido entrar", reconoció a su vez el jefe
de Gabinete provincial, Alberto Pérez, al ser consultado por LA NACION sobre
Puerta de Hierro.
Perderlo todo
Ahí donde el Estado no pudo entrar vive Rubén Virgilio, un
chico de 26 años al que le dicen "Pipeta". Lo que el paco le quitó
fue, entre otras cosas, poder disfrutar del momento en que su hija mayor empezó
a caminar. No sólo eso. Una vez, cuenta, casi se le muere la beba en sus
brazos. Era uno de esos tantos días en que estaba con un amigo fumando pasta
base. La mujer le había dejado a su hija para que la cuidara mientras ella iba
a buscar los medicamentos para curarle la fiebre. Cuando Pipeta fue a mirar la
cuna vio que a la nena le salía espuma blanca por la boca. Su amigo, apenas más
consciente que él, le insistió con llevarla a la salita. Pero no fue ante esa
situación que Pipeta se "rescató". Tuvo que nacer su segundo hijo
para que a él le hiciera el clic y pudiera decir el primer no.
Cuando era chico Pipeta quería ser "chorro". Sus
padres habían robado para vivir y él pensaba que debía reivindicar ese oficio.
Antes de cumplir los 10, ya era huérfano. Estuvo viviendo en distintos barrios,
en la casa de familiares o amigos, incluso en la calle. Pero su objetivo
siempre era volver a Puerta de Hierro, donde habían vivido sus padres, y ser
"chorro". Cuando volvió, el paco lo captó antes que el robo y estuvo
cuatro años sin poder dejarlo.
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Un joven muestra un Snoopy paquero, que sostiene con sus manos
ennegrecidas por fumar paco; el efecto más evidente del consumo es el
envejecimiento precoz |
"Tomamos conciencia del fenómeno del paco a mediados de
2005", dijo el diputado Navarro, haciendo un mea culpa. El Padre Basilicio
Brítez, "Bachi", un cura que tiene su parroquia y un hogar para
varones en Villa Palito, muy cerca del triángulo que componen Puerta de Hierro,
San Petersburgo y 17 de Marzo, dice que ahí todos los miran, pero nadie los ve.
"En el triángulo parece que el Estado no existe",
dice. Y define Puerta de Hierro como el lugar donde La Matanza "se sigue
desangrando". "No puede ser que se descubra recién ahora que ahí [en
Puerta de Hierro] está el supermercado del paco".
Se lee en el informe del Instituto: "En las entrevistas
con chicos de La Matanza y el equipo de psicólogos del CPA [Centro de
Prevención de Adicciones] de San Justo, surge que Puerta de Hierro es el centro
de abastecimiento de paco de esa zona del conurbano".
La villa es una de las más peligrosas del conurbano. Por
eso, a los que tienen la dirección de Puerta de Hierro nadie los quiere
contratar. Algunos eligen cambiarse el domicilio en el documento, aunque en la
práctica no tengan adónde ir.
Los vecinos que se quedan dicen que la policía no les da
seguridad. La policía es, según ellos, una de las culpables de esta situación:
la que les cobra una coima a los "transas" y después, cuando tienen
que allanar, "justo se equivocan" y le sacan las pertenencias a la
casa de al lado de la del "transa" señalado.
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Dentro de Puerta de Hierro las peleas son por territorio o por narcotráfico. |
"La oferta [de paco] es muy grande y es
permanente", cuenta Damián Bravo, que coordina el único programa con
presencia en la villa: el Podés, cuyo fin es ayudar a que los jóvenes
permanezcan o vuelvan a la escuela.
La biblioteca es un espacio donde se puede encontrar a los
chicos haciendo actividades recreativas, hasta murga. Pero eso es todo. Para
recuperar a los más chicos los vecinos insisten en que faltan lugares para
recreación. En Puerta de Hierro no hay un solo club de fútbol o polideportivo
cercano. "Acá no tenemos nada que genere deportes. Acá no viene nadie,
estamos olvidados", dice Pipeta.
LA NACION preguntó al intendente de La Matanza, Fernando
Espinoza, por la villa Puerta de Hierro. "Ehhh... Lo que nosotros hicimos
en estos años no se hizo en toda la historia de La Matanza. Nosotros somos el
primer lugar de la Argentina que urbanizó una villa de emergencia. Macri no lo
hizo con los 81.000 millones que tiene, nosotros lo hicimos con los 3000
millones que tenemos", dijo el candidato a gobernador por el Frente para
la Victoria, que se postula porque, según él, transformó a La Matanza "de
la capital de la desigualdad a la capital nacional del trabajo".
También le preguntó LA NACION qué falta hacer en esta villa
en particular. "La solución es urbanizar. Somos el lugar de la Argentina
que más urbanización hizo. Vienen de todas partes del mundo a vernos. A través
de cooperativas hacemos viviendas con todos los servicios, luz, cloacas, gas
natural, asfalto; terminar con lo que es la villa y que sea un barrio como la
gente. Los próximos barrios son Puerta de Hierro y San Petersburgo".
Jonathan Muñoz consumió durante ocho años. Empezó a fumar paco
a los 13. Cuando se internó en el centro de rehabilitación "José María
Jorge", de Burzaco, ya tenía dos chicos. Su hijo lloraba cuando lo iba a
visitar, quería que se fuera con ellos a casa. Pero Jonathan sabía que si
volvía a ese entorno no se recuperaría.
"Yo me drogaba delante de mi hijo", admite
Jonathan. La primera semana internado se quería ir. Estuvo 10 días tomando
calmantes hasta que se le fue el efecto más fuerte de la abstinencia. "Lo
necesitaba porque no quería tirar todo a la mierda".
Ahora Jonathan encierra a sus hijos de 13 y 6 años en la
casa. Si alguno quiere ir hasta el quiosco, lo acompaña; caminan juntos, casi
pegados: apenas entran los dos en el pasillo de cemento roto que hace de calle.
Cuando salen de ese laberinto, a lo lejos se ve un descampado desde donde sale
humo: los "fisuritas" arman un fuego, inexplicable por los 30 grados.
Hay más basura que árboles. Aunque está despejado, el peligro para los hijos de
Jonathan es tan denso como el humo del paco. En cinco segundos puede desatarse
un tiroteo, o algún pibe puede ponerse a fumar pasta base frente a los chicos.
Pipeta quiere irse de la villa. La tentación está al alcance de la mano, en
muchas esquinas. Ellos mismos, cuando querían recuperarse, evitaban salir de
sus casas por semanas enteras.
Muchas veces debaten entre ellos por qué el paco tomó el
barrio. Jonathan opina que "es una cuestión económica, porque es una droga
muy barata. Un papel de 5 pesos te sirve para un pipazo". Pipeta coincide,
pero hay un detalle que le parece esencial: "Si la policía estuviera acá
todos los días los pibes andarían con más cuidado. Se murieron un par de pibes.
Dicen que le estuvieron poniendo veneno para ratas al paco".
Diego, hermano de Jonathan, cuenta: "Hay pibes que
están amanecidos hace 15 días. Los ves y parecen zombis. A mí me pasó".
Pipeta no llegó a tanto sin dormir, pero dice que la droga le dejó huellas:
"Hoy, por eso, soy friolento. Yo me abrigaba tanto, me ponía tres
camperas, dos pantalones, pensando en estar tres días «amanecido»". Diego
y Jonathan ahora trabajan haciendo conexiones de agua en una cooperativa de
Argentina Trabaja. Pipeta es el capataz de una obra de veredas.
El trabajo, clave
El trabajo es fundamental en este proceso de recuperación. Damián Bravo, de Podés, está convencido de que se puede hacer más: "Con
oportunidades, con presencia del Estado, con unidad, se sale. Así se soluciona
el problema de adicción".
"La droga no la resolvés con más patrulleros, la
resolvés con prevención", dice el "Chino" Navarro. "La
policía es más drogadicta que los drogadictos de acá adentro", aventura
Jonathan Muñoz.
"Puerta de Hierro es sumamente conflictivo", dice
Walter Martello, ex diputado provincial por el ARI y colaborador del Instituto
creado por Navarro. "Hay que trabajar muchísimo ante la ausencia del
Estado. Hay un desmantelamiento de la red de contención. A veces la Iglesia es
la que ofrece más contención. Es muy complejo el abordaje, ya que no es sólo el
adicto, sino su familia y el entorno barrial. Se conjuga el problema de
adicciones con la violencia. Faltan políticas de inclusión. Está probado que
donde hay acceso a la reformulación del barrio, allí algunos indicadores
mejoran. El factor desencadenante es la exclusión".
El jefe de gabinete bonaerense reconoce: "En una
provincia tan compleja, con bolsones donde aún hace falta penetrar con más
firmeza, es necesario que el crecimiento ahora se pueda dar en esos lugares
donde el Estado no ha podido entrar. No ha podido entrar no sólo en la
seguridad, sino en la educación, la salud pública, las políticas sociales y el
tendido urbano".
Puerta de Hierro iba a ser provisorio. Núcleo Habitacional
Transitorio Crovara, le puso Juan Carlos Onganía, en septiembre de 1971. Hace
más de 40 años que los habitantes de ese lugar olvidado esperan su vivienda
definitiva, que el Estado les prometió cuando los mudó de la Capital.
"Hoy, en la Argentina y en la provincia de Buenos Aires
es posible llegar a esos lugares porque se ha incluido a miles de millones de
argentinos. Seguramente haya que hacer sintonía fina en algunos de esos lugares
de pobreza estructural", admitió el jefe de Gabinete.
Detrás de las promesas, la evidencia: Puerta de Hierro es
una tierra olvidada, con ciudadanos olvidados.
Un barrio "transitorio" desde 1971
La villa Puerta de Hierro limita al Sur con la avenida
Crovara, al Norte con el Cementerio Municipal Villegas, al Este con las vías
del ferrocarril Belgrano Sur y al Oeste con el barrio 17 de Marzo. Viven allí
500 familias, unas 2000 personas. El barrio se divide en tiras, separadas por
pasillos angostos que sólo admiten peatones.
Puerta de Hierro nace como Núcleo Habitacional Transitorio
(NHT) en septiembre de 1971, cuando el gobierno de Juan Carlos Onganía trasladó
a los habitantes de la villa porteña El Cartón a Isidro Casanova con la promesa
de que, en un lapso de entre seis meses y dos años, iban a tener una vivienda
definitiva y digna. Las familias aún esperan esas casas. "Somos los
porteños de La Matanza", dicen.