Cristina Elisabet Kirchner podrá decir que ella no fue quien
entregó la plata que José López quiso proteger en el Monasterio de General
Rodríguez. Podrá obviar que el funcionario jamás sufrió por un cambio de
gabinete en 12 años de gestión kirchnerista nacional, ni en 12 años de gobernación kirchnerista en Santa Cruz,
previo paso de un año como secretario de Obras Públicas del Municipio de Río
Gallegos donde, obviamente, Néstor Kirchner era el intendente, sumando 25 años
de responsable de la obra pública K.
Podrá evitar en su carta cualquier referencia a la
centralidad que la obra pública ejerció en el entramado de poder del que ella
fue cabeza y líder indiscutido desde que murió su esposo. Negará las fotos en
las que aparece con él, los discursos que compartieron, las reuniones que
tuvieron, el diálogo que mantuvo con José Alperovich pidiéndole que ponga a
López en la lista de candidatos al Parlasur por Tucumán buscándole fueros.
Podrá pedirle a Hebe de Bonafini que diga que López era un
infiltrado en el proyecto.
Lo que nunca podrá ocultar es que en su legado hacia la
posteridad, en el monumento a la historia que ella quiso dejar con fotos de la
infancia de Néstor con sus padres, una birome Bic con la que firmó decretos y
los mocasines gastados que lo caracterizaron, es que hay una fenomenal placa de
mármol que fue descubierta el 21 de mayo de 2015, el día de la reinauguración
del edificio del Correo Argentino, donde se instaló el Centro Cultural
Kirchner.
Como se ve en la foto, después del nombre de la presidente,
del ministro de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios,
arquitecto Julio Miguel De Vido, de la ministra de Cultura, señora Teresa
Parodi, figura el nombre del secretario de Obras Públicas, ingeniero José
Francisco López. Esa placa está ahí, a la vista de todos, y no fue removida
tampoco por las actuales autoridades en un intento por no infligir heridas a
los símbolos más caros al kirchnerismo.
El nombre de José Francisco López en esa placa es hoy una
herida punzante para los kirchneristas que quisieron creer en un proyecto
nacional y popular, sin poder ver que desde el comienzo solo tuvo como objetivo
el robo sistemático del Estado para erigirse en un poder omnímodo de corte
monárquico-autoritario, donde nadie pudiera sobrevivir sin el aval explícito
del jefe o la jefa.
Pero el nombre de José López está ahí. Porque no habría
kirchnerismo sin José López. Porque José López y Julio De Vido fueron los
dispositivos imprescindibles para que el kirchnerismo gobernara durante 12 años
con mano de hierro y vocación de quedarse para siempre.
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