Restando pocos días para la asunción de Juan Domingo Perón a
su tercera y última presidencia, el gobierno de Héctor Cámpora desplegó en 1973
el llamado “Operativo Dorrego”, que puso en las calles bonaerenses a 4 mil
efectivos del Ejército y 800 integrantes de organizaciones de superficie de
Montoneros, en el marco de tareas conjuntas de reconstrucción barrial.
Las hipótesis esbozadas respecto de los verdaderos objetivos
de la actividad en cuestión han sido de lo más variadas. La historia oficial
enseña que se trató de un intento de “reconciliar a las Fuerzas Armadas con la
Juventud Peronista”, pero interpretaciones más ajustadas a los documentos
secretos de la época sostienen que la intención de fondo consistía en inyectar
nuevas perspectivas ideológicas en las Fuerzas Armadas. Tal es el caso del
escritor Juan Bautista “Tata” Yofre, quien en su libro El Escarmiento cita la
confidencial “Biblia Montonera” en la que la organización terrorista se refirió
al Operativo Dorrego de la siguiente forma: “Se alternan tareas manuales con
las intelectuales, y en los momentos de descanso prolongado se organizan
reuniones de grupos mixtos, de civiles y militares, alrededor de los fogones
del vivac, produciéndose de esta forma un intercambio de opiniones y una
comunicación más fluida que durante las tareas cotidianas, posibilitando y
facilitando la captación ideológica”.
A cuatro décadas del Operativo Dorrego, la historia se
evidencia circular, redundante, repetitiva. Héctor Cámpora ya no gobierna el
país, pero sí lo hacen quienes se dicen sus herederos políticos. La
organización Montoneros fue exterminada, pero las llamadas “organizaciones de
derechos humanos” recogieron el legado ideológico de aquélla. Las Fuerzas
Armadas ya no tienen el poder de antaño, pero sí padecen una crisis moral
similar a la que las aquejaba en 1973, cuando el aludido operativo tuvo lugar.
Y en el marco de este anacronismo setentista que caracteriza los tiempos que
corren, el kirchnerismo vuelve a la carga con el objetivo que jamás pudo
cumplir Cámpora: adoctrinar a las Fuerzas Armadas con arreglo a ideas de
izquierda.
Así las cosas, los recientes cambios en el gabinete del
gobierno reflejan una nueva etapa en la estrategia kirchnerista respecto de las
Fuerzas Armadas. Del año 2003 a esta parte, la destrucción moral e ideológica
de las fuerzas fue la meta que guió a Néstor y Cristina en el trazado de sus
políticas de defensa. El hombre clave de ese período se llamó Horacio
Verbitsky, quien puso a la ex montonera Nilda Garré en el gobierno como
ministra de Defensa primero, y como ministra de Seguridad después. De esta
parte a lo que se viene, en cambio, es la reconstrucción de las fuerzas en
virtud de una nueva ideología funcional al kirchnerismo lo que guiará al
régimen. El hombre de esta renovada etapa sería el nuevo ministro de Defensa, Agustín
Rossi, quien ya anunció que la estructura de las Fuerzas Armadas será utilizada
para efectuar “tareas sociales” en pleno año electoral, apoyadas por los
militantes de La Cámpora. ¿Un nuevo “Operativo Dorrego” está en marcha?
Lo cierto es que las intromisiones de La Cámpora en sectores
vinculados a las Fuerzas Armadas han sido moneda corriente en los últimos días.
El desembarco de la agrupación neomontonera en el área de defensa ya está en
marcha. El caso más visible es el del dirigente camporista Santiago Rodríguez,
que estuvo al frente de Fabricaciones Militares –totalmente cooptada por
militantes– junto a su novia Bárbara Grané, y que ahora estará a cargo de la
secretaría de Ciencia, Tecnología y Producción para la Defensa. Otros tantos
camporistas, al igual que Rodríguez, han asumido puestos administrativos que
los ponen en contacto con miembros de las fuerzas, permitiéndoles efectuar ese
trabajo en el que se muestran expertos: el adoctrinamiento.
Fuentes que por razones obvias me solicitaron mantenerlas en
el anonimato me aseguraron que el personal civil de los Casinos de Oficiales y
Suboficiales de la Fuerza Aérea Argentina con base en la Guarnición Aérea
Córdoba son militantes de La Cámpora, que cobran cerca de $5.000 mensuales.
Según estas mismas fuentes militares, “el personal civil proveniente de La
Cámpora se ha infiltrado totalmente dentro de nuestras Fuerzas Armadas, con
conocimiento de la alta oficialidad encargada de los Institutos Militares”.
Llamativamente, la preocupación se manifiesta en los cuadros más jóvenes, que
advierten los esfuerzos por desvirtuar aquellos valores por los que decidieron
incorporarse en las Fuerzas Armadas, tras un largo proceso de previa
desmoralización.
La preocupación se fundamenta, en concreto, sobre dos cuestiones:
el adoctrinamiento que ya están empezando a sufrir los miembros de las Fuerzas
Armadas por un lado, y el contacto con el arte y la técnica militar que están
teniendo los militantes de La Cámpora por el otro, de lo cual pueden aprender
mucho.
Adoctrinar niños de jardín de infantes y presos en las
cárceles ha sido, hasta el momento, una actividad relativamente sencilla para
La Cámpora. ¿Pero cómo terminará esta nuevo “Operativo Dorrego” versión siglo
XXI?
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