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domingo, 8 de febrero de 2015

Los datos contradictorios del departamento sobre el baño de Nisman

Los datos contradictorios que arrojan el departamento y el baño de Alberto Nisman

Qué se sabe hasta ahora del lugar donde fue encontrado muerto el fiscal de la causa AMIA

La posición del cuerpo en el baño; la pistola calibre 22; la vestimenta manchada con sangre; la computadora hibernando; la televisión encendida; un viejo borrador que pedía la detención de la Presidenta en el cesto de basura; las huellas en el pasadizo de los aires acondicionados; la puerta de servicio sin la traba interior. Los datos recogidos hasta ahora por la fiscal Viviana Fein el lugar donde fue encontrado muerto hace tres semanas Alberto Nisman acrecientan el misterio.

La causa sólo ahonda el misterio sobre cómo murió el fiscal Nisman

Testimonios y datos recogidos no permiten aún lograr avances y refuerzan las dudas después de tres semanas; lo que se sabe hasta ahora


La puerta del baño estaba cerrada y asomaba por debajo un haz de luz. "Abrí vos", le dijo Sara Garfunkel, la madre de Alberto Nisman, a Armando Niz, el custodio. Él hizo fuerza y asomó la cabeza: "Está ahí".
Había sangre en todos lados. El piso, la alfombra, la bañadera, la mesada. Tirado, la cabeza contra la puerta, el fiscal, con una remera que una vez fue blanca y bermudas negras, empuñaba todavía la pistola calibre 22. Pero entonces Garfunkel no lo sabía. Retrocedió, se sentó en la cama y llamó a Swiss Medical. Armando esperó con ella, parado a su lado.

"El médico se acercó hasta la puerta y miró, y sale y dice hay un revólver y se fue", declaró la madre del fiscal. De ahí en más, el departamento fue un desfile de gente. Prefectos, la tía Lidia, Sergio Berni, el juez, el secretario, la fiscal, la Policía Científica.

Pero cuando el cerrajero abrió la puerta de servicio y Garfunkel y Niz entraron, el departamento estaba vacío y a oscuras, sólo iluminado por el reflejo intermitente de la pantalla del televisor de la habitación de Nisman y la señal de hibernación de la computadora del cuarto de las niñas, donde él solía trabajar. Todo estaba ordenado. "Absoluto silencio salvo el murmullo de los que entraron", contó el cerrajero, que no pisó el departamento. Gladys Gallardo, la empleada doméstica, está convencida de que Nisman debió haberle abierto a alguien. Él siempre ponía la traba. Frente a esa puerta, el split de la cocina encendido. Del otro lado, una ventanita abierta. "Me asomé pero daba al vacío", contó Lidia Garfunkel.

Pasaron tres semanas desde que el fiscal apareció muerto y cada nueva revelación acrecienta más el misterio.

Para colmo, a pesar de que Nisman tenía diez custodios asignados a su protección, el Ministerio de Seguridad reconoció que demoraron doce horas en averiguar lo que estaba pasando en el departamento y denunció a sus policías.

El domingo de la muerte del fiscal, Niz y Luis Miño habían llegado a las 11 al edificio de Puerto Madero, tal como se los había pedido Nisman. Según el ministerio, esperaron en la cochera de cortesía y una hora y media después lo llamaron. No atendía. Pensaron que dormía. Sabían que había estado trabajando en su presentación del lunes ante el Congreso. Dos horas más tarde, subieron y tocaron el timbre de la puerta de servicio. Sospecharon cuando vieron los diarios afuera.

Bajaron al lobby y Miño llamó a una de las secretarias del fiscal, Felicitas. Ya eran más de las 14. Ella también probó contactar al jefe por teléfono, fracasó y llamó entonces a Soledad Castro, secretaria de la Unidad Fiscal AMIA, que tenía previsto ir al mediodía a ayudar a Nisman con su presentación.

Así se lo había pedido él, que solía trabajar desde su casa. Pero ese día no la había llamado. Cambió de opinión, pensó Castro, sobre todo después de que le mandó un WhatsApp y él no le contestó.

Todos se empezaron a preocupar. Felicitas insistió en los cuatro teléfonos del fiscal. Nada. Les pidió entonces a los custodios que tocaran timbre otra vez. Pasaban las horas. Felicitas consiguió el teléfono de Sandra, la hermana. No querían asustar a la madre, pero al final decidieron llamarla.

Ella tampoco tenía noticias de su hijo. Ese domingo Garfunkel había ido a pasar el día a Pilar. Había intentado verlo el sábado. Lo invitó a comer a su casa, pero él le dijo que tenía mucho trabajo. Ella ya lo sabía. La última vez que lo vio con vida fue el viernes; lo fue a visitar y él, en pijama, enfrascado en sus papeles, le pidió que fuera a Jumbo con la lista que le había dejado Gladys. Le dijo que no le cocinara. De eso se ocuparía Gladys el lunes. La empleada lo confirma: iba a hacerle pastel de papas y le había dejado la lista de lo que necesitaba. la nacion reconstruyó lo sucedido sobre la base de los testimonios judiciales de los protagonistas, que fueron relatados a este diario por fuentes con acceso a la causa, y a diálogos con algunos de ellos.

Ya era de noche y ni siquiera con Sara Garfunkel en el edificio los custodios conseguían entrar en el departamento. Primero, la madre de Nisman y Niz probaron abrir la puerta de servicio, pero tenía la llave puesta por dentro. Intentaron entonces por adelante. No lograron hacer andar el ascensor, que tiene clave. 

Decidieron volver entonces a lo de la madre de Nisman para confirmar que fuera la clave correcta, pero incluso después de haberlo chequeado, el ascensor seguía sin andar. Ya no había más alternativas: necesitaban un cerrajero.

Garfunkel llamó entonces a su hermana Lidia para pedírselo. Lidia, que es psicóloga, estaba atendiendo. No pudo solucionarle el problema, pero decidió ir a su encuentro, a pesar de que Sara ya estaba acompañada por Marta, una amiga.

Fue el portero de Le Parc quien les dio el dato de Walter Pérez, un cerrajero que solía trabajar en el edificio y el hombre que después diría que tardó más en guardar las herramientas que en abrir la puerta. Hizo caer la llave que estaba puesta por dentro y abrió. Llegó a las 22.30 y según él, la tarea le llevó menos de diez minutos.

Salvo un plato y un vaso sucios en la bacha de la cocina y las pilas de carpetas y resaltadores sobre la mesa del comedor, el departamento estaba impecable. Garfunkel y Niz avanzaron prendiendo las luces a su paso. El comedor, el living, la habitación de Iara y Kala, hasta llegar a la puerta cerrada del cuarto de Nisman, conectado al baño por un vestidor. Niz no quería estar ahí ese día. Le había pedido no ir a trabajar, pero Nisman, que tenía fama de ser un jefe estricto y distante, no accedió. Finalmente, fue él quien lo encontró muerto.

Sobre la mesa del lavatorio había un vaso transparente y al menos seis potes de cremas que, según informaron fuentes del caso a la nacion, eran medicamentos dermatológicos que se recetan frecuentemente, sin efectos adversos importantes. Según la empleada, Nisman tenía un problema de piel en una parte de la cabeza.

En su mano derecha, el fiscal conservaba el arma de Diego Lagomarsino, el informático que trabajaba para él. Lagomarsino contó que se la había pedido prestada un día antes porque tenía miedo. Hasta ahora, él es el último de los personajes conocidos de esta trama que lo vio con vida. En cuanto a llamadas, el informe de los teléfonos todavía no se hizo público, pero los investigadores sospechan que el ex espía Antonio Jaime Stiuso fue uno de sus últimos contactos.

Después hubo decenas de mensajes que Nisman nunca respondió. Uno de los primeros, de su madre, que quería desearle suerte para el lunes. "Por favor llamame", le escribió cuando volvió de Pilar, antes de que la contactaran para avisarle que no podían dar con él.

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