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domingo, 20 de diciembre de 2015

Hoy Cristina Kirchner lidera a su familia


Hoy Cristina Kirchner lidera a su familia

"El espacio del PJ [Partido Justicialista] lo conduce Cristina", sentenció Máximo Kirchner. "Si [desde el Gobierno] no respeta al 49% que está movilizado, van a tener dificultades políticas innecesarias", extorsionó.

Vale rescatar aquí uno de los principales postulados peronistas, aquel que afirma: "El dirigente que pierde no conduce". ¿No fue acaso responsabilidad de la señora de Kirchner la derrota en la provincia de Buenos Aires? Ni qué hablar de las elecciones generales: muchos aseguran que la ex Presidente jugó para la oposición; basta recordar las eternas cadenas oficiales y el permanente desprecio al que sometió a su candidato Daniel Scioli.

Y respecto de ese 49% que se encuentra movilizado, ¿pertenece a La Cámpora? No, por cierto. Tampoco es kirchnerista, ni defensor del relato. Ese 49% se compone de varios aspectos múltiples, difíciles de analizar en esta nota, pero que sin lugar a dudas no desean ser conducidos por Cristina.

"Lo que van a intentar [desde el Gobierno] es armar un peronismo aséptico, con el que se pueda dialogar y eliminar el virus kirchnerista", acusaba textualmente uno de los panelistas de 678 durante el programa de Mauro Viale en el canal América. Una afirmación que deja en claro la consideración del espíritu dialoguista como un aspecto despreciable y otra señal elocuente de su prepotencia.

¿Cómo poner en valor la derrota? ¿Cómo sostener dentro del peronismo a una facción tan denodadamente antidemocrática? La nueva generación que optó por este partido entendió rápidamente que eso de "sin peronismo no hay gobernabilidad" no era una fortaleza, sino, por el contrario, era casi un insulto. Una suerte de acusación de ser un partido dictatorial sin el cual la democracia no podría articularse como tal. Y sabe que no es así.

Se debería contestar a Máximo y a sus propagandistas que el peronismo será republicano o no será nada. Nadie, salvo un pequeño reducto, se encuentra en estado de movilización y el peronismo dialogará y negociará en el ámbito de la democracia o no habrá aprendido nada de todos estos años.
En la última plaza de la señora de Kirchner escuchamos que volverían, que este Gobierno no duraría ni dos días. Produce vergüenza. Tanta que cuesta recapitular.

Pero la intransigencia está herida de muerte. Tan es así que hasta la misma gobernadora de Santa Cruz hubo de bajar sus cartas y reconocer que su propia provincia tiene serios problemas financieros —así como políticos, se podría agregar.

Comienza, pues, una etapa en la que un peronismo renovado deberá, hacia su interior, resolver dos frentes. Por un lado, en oposición al kirchnerismo recalcitrante, cuyos bloques de diputados nacionales y provinciales ya comienzan a resquebrajarse y que, más tarde o más temprano, terminarán como lo que son: un reducto del PC, burócratas inmensamente ricos, feudalismo conservador que hambrea. El otro frente serán los barones sobrevivientes de la derrota del estilo de Fernando Espinoza, que gusta llamar a La Matanza "capital del peronismo", gobernadores como Gildo Insfrán, o inoculados como Juan Manzur o Gerardo Zamora. Los que, por todos los medios, intentarán mantener la estructura de poder de un PJ que ya no es.

Esta puja se extenderá hasta 2017, cuando en elecciones generales la provincia de Buenos Aires —símbolo del aparato pejotista— elija finalmente a su senador. Mientras tanto —durante los próximos dos años— presenciaremos movimientos, escaramuzas, peleas, avances y retrocesos en todos los sentidos.

¿Sergio Massa? ¿José Manuel de la Sota? ¿José Manuel Urtubey? El liderazgo del nuevo peronismo sólo podrá legitimarse si se dirime en las urnas.

El autor es Abogado (Universidad Católica Argentina SMBA). Referente del Movimiento de Consumidores. Dirigente del Frente Renovador.

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