Punteros políticos incitaron a la gente a pedir alimentos.
Cuando llegaban a los comercios, grupos de personas que cobraron hasta $100 por
esa tarea rompían las persianas. Muchos objetivos se conocían desde un día
antes.
Los saqueos de diciembre pasado estuvieron armados. No
todos. Pero sí aquellos que condujeron a otros saqueos espontáneos y abrieron
el último capítulo de la caída del gobierno de De la Rua, tambaleante ya por su
propia ineficiencia, debilidad y ausencia de poder.
En octubre la Alianza había perdido las elecciones, Domingo
Cavallo y su política económica habían perdido consenso y el peronismo ya había
colocado a Ramón Puerta en la primera casilla de la sucesión presidencial. Tras
esos saqueos, De la Rúa huyó hacia adelante: decretó el estado de sitio que recibió
como respuesta un espontáneo y masivo cacerolazo de la clase media que había
dejado de apoyarlo. Al día siguiente una manifestación de protesta en Plaza de
Mayo terminó con cinco muertos. De la Rúa firmó su renuncia y dejó la Casa
Rosada en helicóptero.
El Equipo de Investigación de Clarín trabajó durante 7
semanas en la reconstrucción de aquellas 24 horas de infierno en el Gran Buenos
Aires. Se entrevistó a funcionarios del gobierno nacional y del provincial; a
intendentes, legisladores y fiscales; a policías, gendarmes y agentes de
inteligencia; a comerciantes saqueados, saqueadores y militantes políticos.
Las conclusiones son:
Los saqueos tuvieron una llamativa coordinación. En algunos
barrios se avisó desde el día antes cuáles supermercados serían saqueados y a
qué hora.
Además se anunciaron falsos repartos de comida en
determinados supermercados. Una vez reunida la gente, actuaban los agitadores y
grupos operativos encargados de forzar el acceso a los negocios. El falso
reparto se transformaba en saqueo.
Esa "avanzada saqueadora" estaba integrada por
quienes habitualmente hacen el "trabajo sucio" de la política por
dinero.
Los miembros de esos grupos cobraron por su tarea. Según la
misión y el riesgo que pudiera tener, las tarifas fueron entre 30 y 100 pesos.
Se los movilizó en camionetas y micros.
Cada "grupo operativo" respetó los límites
geográficos de su distrito, lo que también revela una organización política.
Pese a la característica de auténtico estallido social que
tuvieron los saqueos, hubo partidos con graves bolsones de pobreza en los que
hubo pocos o ninguno de estos hechos.
Vecinos de Merlo, San Martín, Tigre y La Matanza dijeron que
habían visto a "punteros" del peronismo que instaban a los saqueos
aquel 19 de diciembre.
Se avisó al menos a dos canales de televisión cuáles
comercios serían saqueados. En muchos casos, las cámaras llegaron junto a los
saqueadores, si no antes.
Se vio a particulares con equipos de comunicaciones
coordinando el accionar de los saqueadores y señalando objetivos a ser
asaltados.
En la mañana del 19 de diciembre, algunos funcionarios del
gobierno de Buenos Aires que encabezaba Carlos Ruckauf, reconocieron que los
saqueos "parecen organizados".
En algunas zonas del conurbano la pasividad policial
favoreció la multiplicación y descontrol de los saqueos.
Un dirigente piquetero afirmó hace veinte días que había
existido "zona liberada" en algunos lugares del conurbano, en
referencia al "dejar hacer" policial.
Cuando los saqueos parecían estar fuera de control, la
Bonaerense, muchas veces de uniforme y en patrulleros, desató una operación de
acción psicológica: en la mayoría de los partidos del conurbano se anunció que
los barrios iban a ser tomados por asalto por vecinos de otros barrios. Era
falso, pero lograron que la gente se metiera en sus casas.
La mayoría de los testimonios señala a punteros del
peronismo en el Gran Buenos Aires. Pero que los saqueos se venían era un dato
conocido en todo el ambiente político. Tanto que los intendentes de la Alianza
tomaron previsiones para evitar incidentes en sus distritos.
Al contrario de lo que ocurrió en los saqueos de 1989, esta
vez se vio a muchos saqueadores actuar con armas de fuego. También es un dato
que hoy mucha más gente está armada. Y los muertos durante saqueos en esos días
de furia (9 en el Gran Buenos Aires) cayeron bajo balas de comerciantes que
defendían su propiedad o de saqueadores que se aprestaban a asaltarlas.
Tras este resumen, los testimonios recogidos durante la
investigación.
Quien habla, recuerda con precisión de guión de cine los episodios
de aquel día. Preside una cámara de comercio del conurbano y, como muchos que
aceptaron aportar datos para esta nota, prefiere no difundir su nombre. Tiene
miedo.
—Los llevaban en camiones, en camionetas y hasta en micros.
Tenían una tarifa fija: pagaron cien pesos a la primera línea. Eran los que
rompían las persianas con tenazas y barretas. Esa gente entraba y corría
directo a las cajas registradoras y a las computadoras. Pagaban setenta pesos a
la segunda línea, los que entraban a saquear las góndolas. El pago incluía todo
lo que se pudieran llevar. Incluso le pagaron menos, unos cincuenta pesos, a
quienes reclamaban comida frente a los negocios. Por esta zona operó mucho una
Trafic blanca, les daban ropa para que se cambiaran: pantalón, remera y gorrita
con visera. Los iban a buscar, los dejaban cerca del negocio a saquear y los
volvían a levantar para sacarlos de la zona. También hubo mucha gente con
handys en las esquinas, que hacían un trabajo de inteligencia: avisaban donde
no había policía, o cuando la Policía se había retirado a custodiar otro
negocio. Vos veías a los tipos del handy y, quince minutos después, llegaban a
la zona los saqueadores. No digo que en todas partes haya sido así. Pero por
aquí, sí.
A diferencia de la extendida ola de saqueos que empujó la
salida anticipada de Raúl Alfonsín en 1989, esta sólo duró poco más de un día,
limitó su accionar a algunos focos geográficos y tuvo una llamativa
organización.
Josefa vive en una casilla de un barrio humilde de Moreno.
El martes 18 de diciembre le dieron una fotocopia de un papelito escrito a mano
que decía: "Los invitamos a reventar el 'Kin' el miércoles a las 11.30, a
las 13.30 el 'Valencia' y a las 17 el 'Chivo'". Puntuales, Josefa y
cincuenta personas más —que rápidamente se convirtieron en doscientas—
estuvieron en el "Kin", en ruta 23 a mil metros del Acceso Oeste.
Desde el lado opuesto de la ruta vieron como un patrullero que estaba en la
puerta se replegaba mientras un hombre de la municipalidad de Moreno —Oscar Osiburu—
hablaba por celular. Entonces desembarcó de una camioneta blanca un grupo de
pesados, conocido en el barrio como "Los Gurkas", especialistas en
pintadas políticas que nacieron hace más de quince años al amparo del
radicalismo bonaerense y hoy hacen trabajos al mejor postor. "Ellos
barretearon las persianas y después nos llamaron para que entremos",
relató Josefa, que es amiga de uno de esos muchachos. "Unos días después
me lo encontré y me dijo que los del PJ le pagaron cien pesos por el día de
trabajo". En la municipalidad de Moreno, en cambio, dicen que los Gurkas
siguen respondiendo a la UCR y que Osiburu estaba allí para "informar la
situación".
Los saqueos con aviso previo se repitieron en otros sectores
del conurbano. Según una denuncia radicada en el Departamento Judicial de San
Isidro, en la villa La Cava "estaban repartiendo volantes donde
convocaban, por ejemplo, a concurrir al Coto de Las Lomas. Que según las
declaraciones de Alfredo Coto, titular de los supermercados, en esa
convocatoria (la de los volantes) fue alcanzado por estos saqueos." Coto
no respondió a los cinco llamados telefónicos hechos por este equipo a su
secretaria, Silvia Delera, para confirmar la información.
La utilización de la estructura oficial en esas horas de
disturbios quedó estampada en "El Diario de Morón", donde unos días
después de los saqueos se afirmó que en Ituzaingó —donde gobierna el peronista
Alberto Descalzo— salieron camionetas directamente del corralón municipal para
reclutar a gente humilde que fuera a saquear. Algo que contrastó con el trabajo
que días antes habían hecho concejales de todos los partidos de ése distrito en
los barrios humildes, intentando convencer a la gente que no aceptara
"invitaciones" para ir a saquear. Varios vecinos de Merlo afirmaron
que reconocieron a activistas, supuestamente enviados por Raúl Otacehé, que era
ministro provincial y ahora es intendente. Consultado por Clarín, Otacehé dijo:
"Es totalmente falso. No tiene lógica que yo produzca ese tipo de cosas en
mi distrito. ¿Cómo es que no hay una sola denuncia judicial? ¿Cómo es que las
cámaras de comercio de Merlo no denunciaron nada? Ni siquiera la oposición
política se atrevió a decir algo semejante".
En el humilde barrio Baires, a metros del cruce de 202 y
Panamericana, en Tigre, los vecinos recibieron la noticia a través de sus
hijos. "Cuando llegó el nene de la escuela me dijo que un señor de la
Unidad Básica había ido a avisarle a las maestras dónde serían los saqueos. La
señorita le dijo a mi chico que ella iba a ir. Y nosotros fuimos a ver si
conseguíamos algo", relata María Luisa, desde su casita a medio construir.
A casi cinco meses de aquel agitado miércoles de cenizas
para el gobierno delarruista, ya casi no queda ni el eco de las voces que en su
momento denunciaron, o admitieron, que los saqueos estaban "armados".
Pero a las 6:36 de la mañana de ese día, por Radio Continental, el periodista
Daniel López reporteó al intendente de San Isidro, el radical Gustavo Posse, y
al entonces ministro de Trabajo bonaerense, Aníbal Fernández, hoy secretario
general de la Presidencia de la Nación. Posse dijo que, la noche del 18,
algunos supermercados habían sido atacados por gente armada que, además, había
destruido todo lo que no pudo llevarse. "¿Usted cree que hay grupos
organizados", quiso saber el periodista. La respuesta de Posse fue:
"Digo que están prearmados para concurrir. Esto de producir grupos de
cincuenta y hacerlo de esta manera... La gente que necesita no lo hace con
armas de fuego. Y digo que también tienen tiempo como para, previo, llamar a
algún canal de televisión" Luego, López interrogó a Fernández:
"¿Usted cree en esta espontaneidad popular como la definió Posse?" La
respuesta fue: "No, yo coincido con lo que él dice: hay grupos
organizados. Y llamativamente organizados. En otros lugares, como en San
Miguel, ha habido grupos chicos que se han movido inteligentemente y con
tiempos precisos, y ese tipo de cosas son llamativas. También hay un montón de
gente que se cuela de este tipo de complicaciones porque la está pasando mal.
Es un mix, ¿no?"
Tres intendentes peronistas y dos aliancistas, dos
coordinadoras de comedores de barrios humildes, tres saqueadores y dos
dirigentes piqueteros consultados para esta investigación, coincidieron con
Posse y Fernández: estuvo todo organizado.
¿Sabía el gobierno de De la Rúa que algo se tramaba? Hay
indicios que dicen que sí. Un mes antes de los saqueos, un informe de ésos que
pueden calificarse como de prensa y de inteligencia, llegó al despacho del
entonces secretario de Seguridad de la Nación, Enrique Mathov. Pronosticaba
saqueos. "Siempre tan pesimista vos...", le dijo Mathov al emisario.
Casi cuarenta días antes de la caída del gobierno, un
funcionario de trato diario con De la Rúa recibió un mensaje escrito, nada
críptico, de un íntimo del ex presidente Carlos Menem, por entonces preso en
una quinta de Don Torcuato. Ese mensaje, caratulado como "Carta
confidencial y urgente" contenía una advertencia y un pedido: "Ya
tienen a toda la jauría atrás de ustedes y estimo que están totalmente
perdidos. Me encuentro en Don Torcuato. Menem está muy fuerte y sólido. Harían
bien en reconocerlo como líder de la oposición. Carlos es el primer interesado
en que Fernando termine su mandato. Va a defender la institución presidencial a
muerte (...)"
Menos de un mes antes de la caída de De la Rua, el
gremialista y ahora senador Luis Barrionuevo anticipó paso a paso lo que iba a
suceder: "Espero que De la Rua sepa irse en el momento justo —dijo el 22
de noviembre al diario "El Cronista"—. Hoy hay un escape diario de
trescientos millones de dólares que se van del país. De seguir esta política en
treinta días estaríamos en default oficial. El peronismo (...) tiene cinco o
seis presidentes que aspiran al cargo. Desde Adolfo Rodríguez Saá hasta Carlos
Ruckauf, Juan Manuel de la Sota y Carlos Menem". Barrionuevo se olvidó de
Duhalde, hoy su aliado.
El mismo ex funcionario radical que recibió aquella carta de
su amigo menemista, admitió que los saqueos del 19 en la provincia de Buenos
Aires "tuvieron tres características claves que ponen en duda su
espontaneidad. La primera: hubo una especie de 'logística publicitaria'. A
nosotros nos dijeron que el día antes, el 18, varios intendentes del conurbano
preguntaron a dos canales de televisión adónde tenían previsto enviar sus
cámaras el 19, para saber si iba a haber saqueos en sus distritos. La segunda:
los saqueadores actuaron selectivamente. Se eligió en su mayor parte negocios
chicos, muchos de coreanos y chinos, para no poner demasiado en ascuas a la
clase media. La tercera: en varios partidos del conurbano se vio trabajar a
punteros del peronismo instando a los saqueos. Nosotros detectamos gente de las
barras bravas de los clubes Chacarita, Fénix, El Porvenir, Lanús y Laferrere.
Ese 19 de diciembre, por la mañana, en una radio de Moreno, se llamó a marchar
a Plaza de Mayo para derrocar al Presidente. Y cuando se preguntó qué iba a
pasar con la Policía, la respuesta fue: La policía no va a molestar a
nadie."
El partido de Moreno es visto por algunos como el puntapié
inicial del caos de aquel día. Moreno ya había sufrido saqueos el martes 18, y
el intendente Mariano West dice que sólo intentó descomprimir el clima tenso al
llamar a marchar a Plaza de Mayo para pedir el cambio de modelo económico.
"Nunca llamamos a derrocar al Presidente. Lo que sí hicimos —se defienden
muy cerca de West— fue convocar a la gente a protestar ante quienes eran los
responsables del hambre. Los intendentes del conurbano pagan los sueldos,
encienden las luces, barren y limpian. No son responsables de un plan
económico."
Temprano en la mañana del 19, y con el intendente West en
camioneta y a la cabeza, cerca de mil manifestantes iniciaron su marcha hacia
la Capital. No iban solos. Los acompañaba el obispo de Moreno—Merlo, Fernando
María Bargalló. Si bien West asegura que la marcha se decidió esa mañana, en el
PJ dicen que originalmente fue impulsada por Eduardo Duhalde y contaba con la
adhesión de varios de los intendentes bonaerenses del PJ.
Pero cuando los saqueos amenazaron con salirse de madre, el
mismo Duhalde, aseguran, se ocupó de llamar a los intendentes para que no
participaran.
La suspensión de la marcha bonaerense ni siquiera fue un
alivio para el tambaleante gobierno de De la Rua, que igual miraba con
aprehensión la manifestación diezmada de West, que no resignó su pretensión de
llegar a la Plaza. "Yo nunca vi a un gobierno tan cagado por una
manifestación de mierda", dijo en esos días, y sin demasiada inclinación
por las metáforas, un hoy ex funcionario del gobierno provincial de Carlos
Ruckauf. Tal como se había vaticinado, en el largo trayecto que va desde Moreno
hasta el límite con la Capital Federal, la Avenida General Paz, la caravana no
fue molestada por la policía provincial. En la frontera, en cambio, la
esperaban los hombres de la Policía Federal. Manifestantes y federales tuvieron
un diálogo breve y sustancioso que terminó cuando el jefe del operativo
policial se franqueó con el propio West: "Si pasan de aquí, los cagamos a
tiros." No hizo falta mucho más para convencerlos de que era hora de
regresar.
Cuando el Equipo de Investigación preguntó a dos intendentes
y un diputado peronista por el contexto político en que ocurrieron los saqueos,
la respuesta común fue: "Ruckauf se quería ir de la provincia antes de fin
de año. Lo había decidido y anunciado". Lo cierto es que el entonces
gobernador tenía mala relación con la estructura del PJ bonaerense —manejada
por Duhalde— y decía que desde la quebrada provincia de Buenos Aires no podía
cumplir su sueño de saltar a la Presidencia.
En cambio, varios intendentes peronistas dicen que, más que
las debilidades del proyecto político de Ruckauf, el problema era que en
aquellos días de diciembre tenían la sensación de que el propio gobierno de De
la Rúa "nos había dejado solos" en una provincia que se incendiaba.
Hasta ahora, al menos en este punto, hay más sospechas que
certezas. Pero tampoco se encuentra explicación sólida, más allá del control
social que es capaz de ejercer el peronismo bonaerense, al hecho que la gente
hambrienta que se lanzó a las calles no volviera a salir desde entonces, con
una situación social aún más grave y el antecedente de la virtual inacción
policial en diciembre.
Otro aspecto de los hechos revelado por la investigación se
refiere a las dos estrategias seguidas por quienes impulsaron los saqueos. La
primera consistió en avisar el día antes, hora y lugar del saqueo del día
siguiente. La segunda consistió, el mismo 19 a la mañana, en informar a la población
más carenciada que se repartiría comida en determinados supermercados. Quienes
llegaban con la intención de recibir bolsas de comida se encontraban con que
los supermercados no pensaban entregar alimentos. Era el momento en el que el
grupo operativo llegaba para forzar puertas y persianas. En cada distrito
actuaba siempre el mismo grupo operativo. Lo afirmaron saqueadores y saqueados
de Moreno, Ituzaingó, La Matanza y Tigre.
"Las primeras personas que interrogamos nos dijeron
eso: que les habían ido a avisar temprano que los supermercados iban a repartir
comida." El fiscal pertenece a una de las jurisdicciones judiciales del
Gran Buenos Aires. Prefiere no decir su nombre. Pero traza un panorama de lo
que le tocó vivir ese día: "Nosotros veíamos que los disturbios crecían y
la policía no actuaba. Pedimos refuerzos a La Plata, pero nos dijeron que no
tenían. Nunca recibimos ni un llamado telefónico, ni una instrucción: ni de la
Procuración ni de la Corte de la provincia. Entonces tomamos la decisión de mandar
a la calle a todos los policías de guardia en nuestros tribunales, un poco más
de un centenar. Lo que nos decían también los detenidos es que veían entre los
agitadores a punteros del peronismo... Aquí los conocen a todos..."
En los centros comerciales de los partidos saqueados había
caos. Pero igual reinaban ciertos códigos. En Moreno, los
"operativos" que rompían las persianas lanzaban un par de disparos de
los conocidos petardos "tres tiros", muy usados en las canchas de
fútbol. Así llamaban a la gente para el saqueo.
En Crovara y Cristianía, La Matanza, una camioneta F-100 era
la que cargaba todo lo de valor de los negocios: caja registradora, balanzas,
heladeras y mostradores. En un supermercado "Austral", cuya persiana
no pudo ser rota con las barretas, chocaron la camioneta tres veces contra la
cortina metálica hasta que se desprendió de la parte superior. Javier Castelo,
dueño del local, tiene todo grabado en un video que filmó un vecino. "Era
gente que iba rompiendo las persianas. En el video se ve a la Ford que me hizo
tres viajes". Néstor Meza, encargado de un negocio de ropa de la zona
también saqueado, asegura: "La sensación que me quedó es que estaba todo
armado aprovechando el hambre de la gente".
Además, en todos los distritos hubo una impronta xenófoba en
los saqueos, en la que comerciantes bolivianos, chinos y coreanos eran atacados
con saña. "Lo que pasa es que nunca fían y la gente les tiene bronca por
eso", intentó explicar un saqueador. Y también hubo un grupo de "privilegiados".
Fueron los comerciantes relacionados con concejales, que el 18 por la noche
recibieron la llamada salvadora: "Vaciá todo que mañana va a haber
saqueos".
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